La luz es simultáneamente objeto de medición y ocasión de experiencia.
En el diseño arquitectónico, como en el arte y la ciencia, define el umbral entre la realidad física y la percepción, entre lo objetivo y lo vivido.
Cada lugar y superficie existen solo en la relación que la luz establece con ellos y con quien los observa.
Los simuladores de sol y cielo Betanit — Lobelia, Lobelia 8 Canales y Orchard — transforman esta relación compleja en un campo de investigación controlado.
Por ejemplo, con Lobelia 8 Canales, ajustando el espectro dentro del mirror box, es posible estudiar parámetros cuantitativos (iluminancia “lux”, factor de luz diurna “Daylight Factor”, espectro) y al mismo tiempo explorar las variaciones perceptivas generadas por esos parámetros.
La precisión mecánica y fotométrica se une así a la sensibilidad perceptiva, formando un laboratorio donde la medida se convierte en experimento cognitivo.
Desde la investigación de Leonardo da Vinci hasta las experimentaciones contemporáneas, la maravilla de la luz siempre ha nacido de la investigación técnica.
Leonardo estudió el comportamiento de los reflejos y la mezcla de colores proyectados: intuiciones ópticas que anticipaban futuros modelos científicos del espectro.
Hoy, artistas como Olafur Eliasson utilizan la precisión de la física de la luz para generar nuevas experiencias perceptivas, estudiando sus efectos en el ser humano con el propósito de estimular emociones y reflexiones sobre la relación con el entorno, el arte y la arquitectura — preservando la subjetividad frente a la homogeneización, según la idea de seeing yourself sensing.
Sus obras sobre el espectro visible o la monocromía escenifican la conciencia de que la percepción misma es una construcción relativa: ¿Quién decide qué es real?
En obras como Room for one colour (1997), el artista emplea lámparas de luz amarilla monofrecuencia que anulan la percepción del color, transformando el mundo en monocromo.
“La experiencia de encontrarse en un espacio monocromo varía de una persona a otra, pero siempre lleva consigo la conciencia de que la visión humana no es objetiva: percibir la luz amarilla como única referencia visual nos obliga a reconocer la existencia de un filtro y, con ello, la relatividad de nuestro modo de ver.”
— Olafur Eliasson
Tendemos a dar por sentada la luz, como si fuera una entidad inmutable.
Al manipularla, Eliasson nos recuerda que es ella quien construye la realidad que habitamos y que dicha realidad es mucho más frágil e ilusoria de lo que pensamos.
Las neurociencias confirman esta relatividad perceptiva: el cerebro no registra la luz de manera neutral, sino que reinterpreta constantemente las señales para mantener una interpretación coherente de la realidad.
Esto explica, por ejemplo, por qué reconocemos un plátano “amarillo” incluso bajo una luz azulada.
Cambiar las condiciones de iluminación —como sucede en un ambiente monocromático— equivale a recalibrar nuestra percepción, a experimentar una forma distinta de construir el mundo.
Los simuladores Betanit permiten observar estos fenómenos de manera controlada: cómo las variaciones espectrales afectan la percepción de los materiales, cómo la morfología del espacio influye en el comportamiento de la luz, cómo el cerebro tiende a restablecer el equilibrio cromático y espacial.
En este sentido, nuestros dispositivos se convierten en herramientas de conocimiento perceptivo, capaces de unir la ciencia de la medición con la ciencia de la experiencia.
Combinando rigor ingenieril y sensibilidad fenomenológica, Betanit propone un enfoque de la luz que es a la vez técnico, estético y cognitivo.
Diseñar con la luz no significa solo optimizar un parámetro fotométrico, sino comprender cómo el ser humano percibe e interpreta lo que ve.
Cada simulador es una invitación a observar, verificar y sentir: a pasar de la luz medida a la luz percibida, hasta llegar a la luz pensada — la luz que construye nuestra forma de habitar el mundo.
Monofrequency lights mounted to the ceiling of a white room emit a narrow range of yellow light, reducing visitors’ color perception to shades of yellow and black. The longer the visitors stay in the space, the more they begin to perceive subtle color distinctions and to correct for the yellowish lighting. Upon leaving,they momentarily perceive a bluish afterimage.
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“The rays, in truth, have no colour; within them there is only a certain power and disposition to evoke the sensation of a given colour.”
Isaac Newton
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Monofrequency lights mounted to the ceiling of a white room emit a narrow range of yellow light, reducing visitors’ color perception to shades of yellow and black. The longer the visitors stay in the space, the more they begin to perceive subtle color distinctions and to correct for the yellowish lighting. Upon leaving,they momentarily perceive a bluish afterimage.
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Artificial sky Mirror Box "Lobelia 8ch" by Beta nit
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Monofrequency lights mounted to the ceiling of a white room emit a narrow range of yellow light, reducing visitors’ color perception to shades of yellow and black. The longer the visitors stay in the space, the more they begin to perceive subtle color distinctions and to correct for the yellowish lighting. Upon leaving,they momentarily perceive a bluish afterimage.
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