En la arquitectura contemporánea, el color —junto con la luz— representa uno de los recursos más poderosos y, al mismo tiempo, más delicados del proceso de diseño. Sin embargo, en la era de la modelización digital y de los renders cada vez más realistas, corremos el riesgo de perder la percepción directa de la complejidad lumínica y atmosférica que caracteriza la realidad.
La luz y el color definen la atmósfera, influyen en el bienestar psicológico y contribuyen a formar la identidad sensorial del espacio construido. No obstante, su comportamiento es inestable: varía según la latitud, el clima y el momento del día.
Un color nunca es el mismo. Es la interacción entre luz, superficie y ojo lo que determina su apariencia. El mismo tono de rojo, vivo y vibrante bajo el sol tropical, puede volverse opaco y apagado en un contexto nórdico o bajo un cielo nublado.
Incluso en el mismo lugar, la percepción del color cambia entre la mañana y la tarde, mientras la inclinación de los rayos solares y la calidad del cielo modulan progresivamente su valor tonal y su profundidad.
La variabilidad de la luz moldea la manera en que interpretamos el espacio, los materiales e incluso nuestro estado emocional. En arquitectura, la calidad perceptiva se convierte así en un factor de bienestar tan importante como la eficiencia energética o la funcionalidad técnica.
Un ejemplo icónico de cómo el color y la luz pueden construir la identidad perceptiva de un lugar es La Muralla Roja de Ricardo Bofill (Calpe, 1973). Aquí, la composición geométrica del edificio se funde con la intensidad de la luz mediterránea, transformando las superficies coloreadas en un laberinto óptico que cambia de aspecto a lo largo del día. Como se destaca también en el blog de LZF Lamps (Building Brilliance: La Muralla Roja – The Red Wall, 2023), la paleta cromática de Bofill —desde el rojo carmín hasta el azul violáceo— dialoga constantemente con la luz natural, generando una experiencia espacial y sensorial en continua evolución.
Los programas de diseño y las herramientas de visualización 3D ofrecen extraordinarias posibilidades de análisis y representación; sin embargo, no pueden reproducir totalmente la complejidad sensorial de la luz real.
Para que un proyecto sea verdaderamente consciente, debe volver a enfrentarse con la experiencia física del color. Aquí entra en juego la experimentación analógica: probar materiales y tonalidades bajo luz natural, observar cómo se comporta el color en distintas condiciones climáticas o en diferentes momentos del día.
Herramientas como el Orchard heliodon —capaz de reproducir la inclinación solar según la latitud— o el Lobelia Mirror Box 8CH —útil para estudiar las cualidades espectrales de la luz emitida, reflejada y transmitida (gracias al espectro regulable mediante pantalla táctil)— permiten, con microspectrómetros integrados, evaluar qué matices permanecen vivos, equilibrados y coherentes con la intención del proyecto incluso en condiciones de poca iluminación (pocos lux) o muy intensa (hasta 10 000 lx).
Pensemos, por ejemplo, en los contextos del norte de Europa, donde los largos periodos de cielos nublados influyen profundamente en el estado de ánimo y la productividad: introducir colores vivos puede mejorar el bienestar, pero solo si mantienen su intensidad incluso sin luz solar directa.
Estos temas estarán en el centro del NAF/NAAR Symposium 2025 – Light and Colour in Architecture, que se celebrará en Trondheim el próximo noviembre. El encuentro internacional busca explorar el papel de la luz y el color en el diseño contemporáneo, poniendo en diálogo la investigación académica, la experimentación y la práctica profesional.
El simposio representa así una valiosa oportunidad para reafirmar que diseñar con color significa diseñar la calidad perceptiva y psicológica del espacio habitado, devolviendo protagonismo a la experiencia sensorial en la creación de la arquitectura.
La luz y el color son inseparables en la percepción humana: juntos determinan no solo la apariencia de las cosas, sino también nuestras emociones, la capacidad de orientarnos e incluso la sensación de confort.
Devolver el estudio del color al centro del proyecto implica unir conocimiento técnico, sensibilidad artística y atención al bienestar. Volver a observar cómo se comporta el color bajo la luz real —ya sea la de un atardecer nórdico o la de un mediodía tropical— puede ser la mejor manera de devolver a la arquitectura su dimensión más humana.
Arquitecto catalán de renombre internacional, Ricardo Bofill Levi fue una de las figuras más polifacéticas y visionarias de la arquitectura europea de la segunda mitad del siglo XX.
En 1963 fundó en Barcelona el estudio Taller de Arquitectura, desarrollando un lenguaje que combina geometría, memoria histórica y experimentación cromática.
Su investigación se movió constantemente entre la utopía y la vida cotidiana, construyendo espacios que evocan tanto la herencia mediterránea como la monumentalidad del clasicismo reinterpretado desde una perspectiva posmoderna.
Entre sus obras más destacadas:
La obra de Bofill se distingue por su ambición de reconciliar la arquitectura y la vida, transformando la forma construida en una experiencia perceptiva total, en la que luz, color y geometría se convierten en instrumentos narrativos y poéticos.
La Muralla Roja is a postmodern residential complex in Manzanera, Calpe, Spain.
Designed by Spanish architect Ricardo Bofill for the client Palomar S.A. in 1968 and completed in 1973, it has been ranked among “the 10 most iconic works of Ricardo Bofill.”
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